martes, 1 de febrero de 2011

¿A qué suena una vida?

Fotografía de Cartier Brensson.





Leo de Sijie que el bambú tiene un sonido particular al crecer, que puede hacerlo hasta treinta centímetros al día. Me pregunto cómo será sentir la vida a través de una oreja y me detengo en la imagen de ese movimiento casi imperceptible, pero igualmente inercial; inscrito en lo más profundo de toda secuencia vital destinada a esa apoplejía súbita, esa nada incierta y cobarde por obtusa ante su continua negativa a darnos respuestas.
Y sin ellas, proseguimos en la continuidad de los rituales diarios, de las relaciones, los efectos mariposa, la gravedad de nuestras carnes...y en definitiva, ese dejarse atravesar por la vida con más o menos aliento, agarrando con frenesí nervioso fuerzas que nos saquen de los espejos donde creemos reflejar nuestro Yo más auténtico; mentiras, digo, mentiras...porque un espejo no es copia ni reflejo, sino imagen invertida.
Y he aquí el juego; yo no soy tu espejo, ni el mío. Soy simiente y crezco en el reducto de esa última partícula absoluta que compone la esencia de la materia imprecisa que tejen mis intenciones, las imperfecciones que omito y de las que aquí, en esta mitocondria, me jacto. Alfa y Omega de mi propia historia. Contradicción y tautología.
Y
al igual
que el bambú,
taxonómicamente
inclasificable.

1 comentario:

  1. El título es muy sugerente... a qué suena una vida... a bambú quizá. a cristales, a risa, a perdón, a grito, a revoloteo de los pájaros, a mar... la vida suena a vida quizá.

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