miércoles, 12 de octubre de 2011

Quemar después de usar.


Sophie Calle en la fotografía.


Me vence la vida
- su imperativo-
y acomoda mis sueños calle abajo.
Las diez y cuarto,
el cartero. El abuelo, el nieto, el parque.
Cruzo.
La rubia de sandalias. El de los cascos.
La barrendera y su radio.
En la esquina,
la ferretería
en liquidación de verduras.
Y en la noche...
Nadie al apagar la luz.

3 comentarios:

  1. Y ni el más mínimo ruido,
    solo un intenso
    silencio.

    Saludos, ¡y a fumar!

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  2. Cada día llaman a mi puerta nuevos carteros impostores. Sólo una voz es la auténtica. Cada día llaman a mi puerta cuatro o cinco de esos carteros. Cada día más temprano. Afortunadamente e inútilmente madrugo cada día. Ninguna carta es para mí. Sé quién es el cartero de verdad. Del resto, sólo distingo la voz del cartero comercial de un restaurante chino. Su acento es inconfundible.

    Vive. Voltea la calle. Defórmala con tus manos. Entonces, desliza los sueños por el tobogán. Elige vivir y apaga tú misma esa luz. Decide cuándo.

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