martes, 18 de mayo de 2010

Ya no me duelen los paréntesis


  • Felicidades.

  • Gracias, por cierto...

    El golpe del silencio al otro lado de la línea (y de ésta, también de ésta), la presunción de inocencia al mirar alarmada el calendario, por no haberlo hecho antes, por hacerlo ahora, por olvidarme del pasar de los años, por la sorpresa reprimida con boca de pez asfixiado. Y ese golpe en el estómago que juntó los macarrones con el remordimiento.

  • ¿Vas a venir?

  • Eh...si, claro, claro que iré...

  • ¿Viene también...?

  • No..no, él no viene.

    Porque no quiero compartir lo esperpéntico de un “danzad malditos” a cuerpo de hostia y caliz consagrado, de miradas enrojecidas por lo excesivo del rimell, de salidas de tono por ocupar los asientos, de conversaciones apresuradas fingiendo saber los nombres, de pensar que aquí paz y después gloria sin haber leído la maldita página del destierro.

  • Ah, vale.

  • Si, allí estaré. Vale

    Resulta válido para ti que has hecho de la dejadez tu rutina y la filosofía de tus entrañas ahora queda demasiado lejos para orquestarla mientras a tu lado baila el orangután embrutecido por sus verdades infalibles.

  • Hasta luego.

  • Adiós.

    Y esta vez la esperanza que aún se columpiaba en algún lugar del castigado hipotálamo de mi conciencia, dejó de hacerlo tras comprobar tu “mutis por el foro” y permitir que él escribiera los compases, ritmo y melodía en tu forma de caminarme lenta y con tacones sobre una columna que sin vertebras sostiene algo más de cinco años.

  • ...

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